La idea o imagen que tienen la mayoría
de personas de una sable de caballería, es indudablemente la de un sable curvo,
empuñado por un soldado en una carga a caballo. No obstante, el sable no ha sido siempre
patrimonio exclusivo de la caballería, y tampoco es siempre curvo, los hay
rectos. Podríamos definir una sable como un arma blanca larga generalmente de
hoja curva, -no siempre, como ya se ha apuntado, -generalmente de un solo filo,
usado normalmente con una mano y habitualmente de corte –aunque también- se
utiliza clavando su punta, asestando estocadas.
A menudo para
denominar a los sables rectos de caballería, los expertos se refieren a espadas
de montar o incluso espadas-sable, dejando el nombre de sable, exclusivamente
para las armas curvas
.
El origen del sable suele atribuirse a los
pueblos orientales islámicos (persas o turcos). Pero esto no es totalmente
cierto. Es verdad que estos pueblos hicieron uso extensivo del sable y produjeron ejemplos
verdaderamente magníficos en su belleza y funcionalidad (pocas hojas tienen un
diseño más depurado que un buen “shamshir” persa, conocidas en España como
cimitarras), es posible que sea más correcto asignar su origen a los pueblos
magiares (húngaros) de Europa Central, desde principios de la Edad Media. De
hecho, una de las dos espadas tradicionalmente asociadas a Carlomagno es un
sable de este tipo.
Sí
se sabe, no obstante, que las espadas medievales europeas de un solo filo y
hoja en algunos casos curva (los “bracamartes” italianos o “cuytellos” castellanos)
no son los antepasados del sable que posteriormente gozaría de enorme
popularidad. Fueron los regimientos de húsares polacos y húngaros quienes al
formar parte de ejércitos de otros países europeos en los siglos XVII y XVIII
quienes lo introducen en el resto de Europa. El sable se muestra como un arma
muy adaptada al uso de la caballería ligera, donde el jinete al pasar junto a
su enemigo descargaba el golpe hacia atrás gracias al movimiento oscilante de
su brazo, rajando con el filo la cabeza del adversario.
Durante el siglo XIX el sable curvo se emplea
básicamente por la llamada caballería ligera (húsares, dragones, cazadores,
lanceros) y el sable recto por la
caballería pesada (coraceros, carabineros, etc.). También cuerpos de infantería
como los cazadores y granaderos a pie tuvieron un sable curvo con una hoja algo
más corta, y en la marina adoptó formas destinadas a la oficialidad y a la
marinería, recibiendo en este último caso el nombre de sables de abordaje mucho
más robustos y simples, preparados para conservarse en ambientes marinos.
También se adoptaron temporalmente
tipologías de naturaleza exótica como, por poner un ejemplo, los sables a la
mameluca que trajeron de Egipto los oficiales de Napoleón, y fueron esgrimidos
con entusiasmo no exento de cierta petulancia, por la alta oficialidad de media
Europa.
La popularidad del sable como arma de
combate llegó hasta bien entrado el siglo XX. Junto a su uso por parte de las
tropas españolas durante la Guerra de Marruecos en cargas a caballo, como las
famosas cargas de Taxdirt en 1909 y la dramática en el cauce del río Igan de
los Cazadores de Alcántara en 1921, es de destacar que en plena Segunda Guerra
Mundial los cosacos (tanto los pertenecientes al Ejército Rojo, como los
aliados de Alemania) disponían de sus famosas shaskas como sables muy eficaces
para ser utilizados por los magníficos jinetes que eran.
Finalmente, la aparición de las armas
automáticas, hizo que el sable abandonara su último reducto de combate, la
caballería, para quedar relegado a una mera función decorativa como complemento
del uniforme de gala de numerosos ejércitos.
O bien, tras su uso como arma de duelo individual, convertirse en el arma que
hoy se utiliza en una de las modalidades de la esgrima deportiva – la esgrima
de sable-, asemejándose ya tan sólo en apariencia al arma original, ya que el
sable de esgrima es recto y muy ligero.
El sable militar, no obstante, derivó finalmente hacia su uso de punta, pues según los teóricos de finales del
XIX era la forma natural en que la caballería debía usarlo, especialmente
durante las cargas. No hacían sin embargo, sino redescubrir un hecho que las espadas
rectas de la caballería española del XVIII y la caballería del resto de Europa
en el siglo XIX, ya acreditaban.
No hay comentarios:
Publicar un comentario