jueves, 10 de septiembre de 2015

EL SABLE



          La idea o imagen que tienen la mayoría de personas de una sable de caballería, es indudablemente la de un sable curvo, empuñado por un soldado en una carga a caballo. No obstante, el sable no ha sido siempre patrimonio exclusivo de la caballería, y tampoco es siempre curvo, los hay rectos. Podríamos definir una sable como un arma blanca larga generalmente de hoja curva, -no siempre, como ya se ha apuntado, -generalmente de un solo filo, usado normalmente con una mano y habitualmente de corte –aunque también- se utiliza clavando su punta, asestando estocadas.

      A menudo para denominar a los sables rectos de caballería, los expertos se refieren a espadas de montar o incluso espadas-sable, dejando el nombre de sable, exclusivamente para las armas curvas
.
     El origen del sable suele atribuirse a los pueblos orientales islámicos (persas o turcos). Pero esto no es totalmente cierto. Es verdad que estos pueblos hicieron uso extensivo del sable y produjeron ejemplos verdaderamente magníficos en su belleza y funcionalidad (pocas hojas tienen un diseño más depurado que un buen “shamshir” persa, conocidas en España como cimitarras), es posible que sea más correcto asignar su origen a los pueblos magiares (húngaros) de Europa Central, desde principios de la Edad Media. De hecho, una de las dos espadas tradicionalmente asociadas a Carlomagno es un sable de este tipo.

      Sí se sabe, no obstante, que las espadas medievales europeas de un solo filo y hoja en algunos casos curva (los “bracamartes” italianos o “cuytellos” castellanos) no son los antepasados del sable que posteriormente gozaría de enorme popularidad. Fueron los regimientos de húsares polacos y húngaros quienes al formar parte de ejércitos de otros países europeos en los siglos XVII y XVIII quienes lo introducen en el resto de Europa. El sable se muestra como un arma muy adaptada al uso de la caballería ligera, donde el jinete al pasar junto a su enemigo descargaba el golpe hacia atrás gracias al movimiento oscilante de su brazo, rajando con el filo la cabeza del adversario.

       Durante el siglo XIX el sable curvo se emplea básicamente por la llamada caballería ligera (húsares, dragones, cazadores, lanceros)  y el sable recto por la caballería pesada (coraceros, carabineros, etc.). También cuerpos de infantería como los cazadores y granaderos a pie tuvieron un sable curvo con una hoja algo más corta, y en la marina adoptó formas destinadas a la oficialidad y a la marinería, recibiendo en este último caso el nombre de sables de abordaje mucho más robustos y simples, preparados para conservarse en ambientes marinos.

      También se adoptaron temporalmente tipologías de naturaleza exótica como, por poner un ejemplo, los sables a la mameluca que trajeron de Egipto los oficiales de Napoleón, y fueron esgrimidos con entusiasmo no exento de cierta petulancia, por la alta oficialidad de media Europa.

   La popularidad del sable como arma de combate llegó hasta bien entrado el siglo XX. Junto a su uso por parte de las tropas españolas durante la Guerra de Marruecos en cargas a caballo, como las famosas cargas de Taxdirt en 1909 y la dramática en el cauce del río Igan de los Cazadores de Alcántara en 1921, es de destacar que en plena Segunda Guerra Mundial los cosacos (tanto los pertenecientes al Ejército Rojo, como los aliados de Alemania) disponían de sus famosas shaskas como sables muy eficaces para ser utilizados por los magníficos jinetes que eran.

      Finalmente, la aparición de las armas automáticas, hizo que el sable abandonara su último reducto de combate, la caballería, para quedar relegado a una mera función decorativa como complemento  del uniforme de gala de numerosos ejércitos. O bien, tras su uso como arma de duelo individual, convertirse en el arma que hoy se utiliza en una de las modalidades de la esgrima deportiva – la esgrima de sable-, asemejándose ya tan sólo en apariencia al arma original, ya que el sable de esgrima es recto y muy ligero.


       El sable militar, no obstante, derivó finalmente hacia su uso de punta, pues según los teóricos de finales del XIX era la forma natural en que la caballería debía usarlo, especialmente durante las cargas. No hacían sin embargo,  sino redescubrir un hecho que las espadas rectas de la caballería española del XVIII y la caballería del resto de Europa en el siglo XIX,  ya acreditaban.

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